En la guerra mediática o de cuarta generación, la importancia del objetivo es dotarlo de verosimilitud. No importa si es verdadera la información que se vierte sobre él. Lo importante es que sea creíble.
Los grandes medios y agencias internacionales de noticias, hicieron creíble que Sadan Hussein podía tener armas de destrucción masiva, aunque luego de la invasión a Irak, se demostrase lo contrario.
En nuestro país, por ejemplo, Clarín, La Nación, C5N, La Nueva Provincia, Radio Continental y tantos otros medios, han hecho creíble que ser joven y pobre, es sinónimo de ladrón y violento; en tanto que si sos de "el campo", estás legitimado para cortar rutas y hasta impedir que pase una ambulancia y se muera su paciente.
Ser rico tiene sus privilegios, también en los medios de comunicación.
Tener a la gente en ascuas, intimidada, subjetivizada, atemorizada, asustada con el dengue, la fiebre porcina, los secuestros, los robos, las violaciones, los accidentes de tránsito, la desocupación, la crisis económica, ayuda al Poder a que la gente, finalmente, pueda creer casi cualquier cosa: por ejemplo, que Chavez es una mierda, que la UNASUR es peor que "las relaciones carnales" y que la ley de audiovisuales y radiodifusión que se propone, "solo pretende cercenar la libertad de información como sucede en Venezuela".
La propiedad de los medios es determinante para conocer la verdad última de la noticia.
Por tanto, las grandes empresas la defenderán con garras y dientes. Presionarán sobre cada gobernador, sobre cada diputado y senador, sobre todos y cada uno de sus hijos y familiares, como nunca hayan hecho antes con otra ley.
Por eso es necesario movilizar a todo el pueblo para que el Congreso cumpla libremente con su función. (J.F)
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